19. Música
Después de
mucho tiempo, recordó cómo era el llegar a casa y que nadie te estuviera
esperando. El mismo frío con el que marchas es con el que regresas. Dejó su
maletín negro en la mesa del salón, se desanudó la corbata. Por primera vez,
desde que se fue de Alemania, volvió a sentirse solo. No podía creer que todo se hubiera desmoronado en tan sólo un
día, en unas horas. Tal vez pensaba que no pasaría nada, que le perdonaría. Qué
iluso había sido. Creía que no era tan grave, y que lo entendería. Pero se
había dado cuenta, demasiado tarde, de que no era así. Le había fallado, había
abusado de su confianza, de su amor. Se había comportado como un necio
insensible y despreocupado. Y ahora ya no podía cambiarlo. Lo que pasó, pasó.
Se acercó
al mueble donde guardaba su colección de CDs y vinilos, perfectamente colocados
por orden alfabético. Puso su tema favorito en el reproductor, y la música
empezó a sonar.
No había
encendido las luces desde que llegó, pero podía ver gracias a la luz, aunque
tenue, que entraba por el ventanal. Se acercó y corrió del todo las cortinas,
para que entrara toda la luz posible. Era la luna. Una luna llena preciosa, de
las que pocas veces se ven en una ciudad tan contaminada. Parece que tampoco
tiene compañía esta noche.
¿Habrá más
personas mirándola?
¿Estará
ella?
Ludwig se
frotó los ojos, ya cansados, y húmedos. Y siguió allí mismo, de pie, por no se
sabe cuánto.
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Fly me to the moon…
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