28/11/2020

Scene20: 14. Cacahuetes

 

14. Cacahuetes

 

Korea, muchos años atrás.

 

Patio de un parvulario. Hora libre de juegos.

-¡No! Es mío, aquí van mis castillos –decía una niña frunciendo el ceño y recogiendo sus palas y cubos del resto-. ¡Fuera! Sólo Oksun y yo.

Los demás niños la miraron y se alejaron ofendidos.

-Yo quería jugar con ellos… -murmuró la otra niña, que se mantenía de pie.

-No quiero. Ayer me rompieron un castillo. Tú fuiste la única que me ayudó, Oksun.

-Jo… pero así es aburrido.

Oksun miraba alrededor del patio mientras la otra niña montaba arena mojada en montañitas. Se fijó en el banco de la esquina a la derecha, estaba el niño de siempre, solo, mirando el suelo.

-¿Podemos invitarle? –preguntó Oksun señalándole.

-¿A Shunmei? ¿Estás loca? Es un alien.

-¿Un qué?

-¡Un alien! Un extraterrestre. Me han dicho que viene de otro planeta, por eso tiene las orejas de punta. Con ellas llama a sus papis extraterrestres telesquinéticamente.

Oksun se quedó mirando al pobre niño. Le daba pena que siempre estuviera solo. A ella le parecía un niño especial y quería ser su amiga. Ignorando las advertencias de su compañera, se dirigió a él.

-¡Dónde vas! ¡No!

Oksun se plantó justo delante del niño.

-Hola.

El niño no levantó la vista del suelo. Tenía una pequeña bolsa en las manos. Oksun se puso de cuclillas. Entonces le pudo ver bien.

-¿Shunmei? Soy Oksun.

Shunmei la conocía, de hecho vivía cerca de su casa.

-¿Qué es eso? –preguntó ella señalando la bolsa que apretaba.

Shunmei la miró y rápidamente escondió la bolsa detrás de él.

-…cacahuetes.

-Ah… ¿eso es lo que comen los aliens? ¡Yo quiero ser un alien! Y tener poderes teleñéticos.

Shunmei no entendía nada de lo que le estaba diciendo. Pero sí que entendió “alien”. Sus mejillas se pusieron rojas y escondió la cara entre las piernas.

-Déjame.

-¿Entonces eres un alien? ¡Quiero verte las orejitas!

Oksun le apartó el pelo negro y descubrió unas orejitas blancas acabadas levemente en punta.

-¡Wala! ¡Qué chulis!

Shunmei se las tapó con las manos, muerto de pánico.

-¡No! ¡No las mires! ¡Son feas!

-¿Por qué? ¡A mí me gustan!

Shunmei no podía creer lo que esa niña le estaba diciendo. Le gustaban sus orejas. Sus orejas, las que tanto odiaba, y las que le habían aislado del resto de niños.

-A mí me gustan tus orejas –repitió Oksun-. ¿Puedo ser tu amiga?

Esa niña estaba loca.

-¿…Por… qué? –murmuró Shunmei, apartando las manos de las orejas lentamente.

-A mí me gustas con tus orejas. Sin esas orejas no eres Shun.

“Shun”. Era la primera vez que alguien le llamaba así. De hecho, era la primera vez que alguien del colegio le hablaba sin echar a correr.

El niño recogió la bolsa de cacahuetes del banco y se la tendió a Oksun. Ella cogió uno y se sentó en el banco, a su lado.

-¿Con esto me saldrán orejitas?

Shunmei la miró, pero no respondió. Los dos empezaron a comer cacahuetes, sin necesidad de decir nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario