18. Viaje
Eran las
seis y media pasadas de un frío día de principios de marzo. Ludwig volvía de la
librería camino a casa. Iba con un abrigo negro y unos guantes de piel del
mismo color, para resguardarse del aire helado. A unos quince metros vio a una
chica de espaldas, menudita, y con el pelo negro muy liso; miraba atentamente
un mapa enorme que sostenía en las manos. A su lado tenía dos maletas: una
negra muy grande y otra de color rojo oscuro un poco más pequeña.
Siguió
caminando y a los pocos metros de distancia, sopló una nueva ráfaga de viento
que le congeló la nariz como si hubiera esnifado nieve y estornudó casi con
lágrimas en los ojos.
¿Joder esto es marzo o enero en la antártida?
La chica había
levantado la cabeza y le miraba con una pequeña sonrisa tímida.
-¡Perdona…!
Ludwig se detuvo.
Era una chica oriental –¿japonesa, tal vez?-; tenía la cara redondeada, una
nariz pequeña y unos ojos almendrados muy bonitos.
Anda, qué mona.
Asintió
ligeramente y se acercó a la chica.
-¿Sabes si
esta calle se llama XXXX? Es que he mirado las fachadas y carteles y no
encuentro el nombre…
Su voz era
dulce y tranquila.
-Sí, es
ésta. No hay muy buena señalización por este barrio, la verdad.
-Ya veo…
gracias.
Se
dirigieron sonrisas fugaces y los dos comenzaron a caminar hacia la izquierda.
Ludwig oía el ruido que hacían las ruedas de las maletas a sus espaldas.
Llegó al
portal y sacó las llaves de su bolsillo.
-Ah.
Ludwig
giró la cabeza y la chica estaba con cara de sorpresa parada junto a él. La
miró extrañado pero a los pocos segundos preguntó:
-¿Que
vienes a este bloque?
-Sí…
-¿Eres la
nueva inquilina del piso de alquiler?
-Ah… eso
creo.
Vaya por dios, parece que van a reunir todos los
extranjeros aquí.
Ludwig
abrió la puerta de hierro y esperó a que la chica pasara con las maletas.
-Te doy la
mala noticia de que no hay ascensor.
Totalmente
cierto, en la entrada sólo se veían los buzones en una de las paredes y el
comienzo de una empinada escalera al fondo.
-Oh
mierda.
-Dame una
maleta, te ayudo a subir. ¿Es en el cuarto, no?
-No, no
hace falta, de verdad.
-Cuando
estemos arriba me lo repites –agarró por el asa la maleta negra, y comenzó a
subir los peldaños con diligencia.
La chica
le siguió rápidamente.
Llegaron
arriba. Ludwig la esperaba como si nada mientras ella no paraba de jadear.
-Vale…
retiro lo dicho…
Ludwig no
pudo reprimir una sonrisa.
-Bueno,
nos vemos.
-Ah,
¡espera…! Muchas gracias, ehm…
-Ludwig.
¿Y tú?
-Ro-…
Oksun.
-¿…Coreana?
-¿Alemán?
Los dos se
miraron intentando contener la risa.
-Si
necesitas algo, vivo justo debajo –dijo antes de bajar por las escaleras.
Oksun se
quedó plantada unos segundos hasta que oyó cerrarse la puerta de abajo.
El corazón
le latía demasiado rápido.
El viaje
acababa de empezar.
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