28/11/2020

Scene20: 11. Hospital

 

11. Hospital

 

-¿¡Dónde está Christine!?

-¡Doctor, doctor! ¡Espere!

Viktor avanzaba a grandes zancadas por los pasillos, abriendo indiscriminadamente las puertas de los quirófanos; algunos de ellos llevando a cabo operaciones delicadas.

-¡Necesito verla! ¡¡Ahora!!

El médico no atendía a razones, y no iba a parar hasta dar con ella. La pobre enfermera le seguía desesperada, intentando pararle.

-¡Doctor, por favor! ¡Deje de armar escándalo! ¡La señorita Christine no está en el hospital!

Entonces, Viktor se paró en seco, y cogió a la enfermera por los hombros.

-¿¡Cómo que no está!? ¡Me dijo que hoy tenía una operación muy importante!

-C-creo que se refiere al niño que despertó del coma hace unos días… pero… ha muerto esta mañana.

Viktor se quedó mudo. ¡Imposible! El primer paciente muerto de Christine. No podía creerlo.

-Mierda, he llegado muy tarde. Seguro que ya ha abandonado el país.

-¿¡C-cómo!?

Viktor dio rápidamente la vuelta dejando a la enfermera totalmente desconcertada y se dirigió a su laboratorio. Ya no le daba tiempo de detener a Christine. Deseó que se hubiera acordado de él antes de marcharse.

Al entrar en su laboratorio, se dio cuenta de que ella había estado allí. Pese a que todo estaba como él lo había dejado –es decir, hecho un desastre-, Viktor siempre notaba algo diferente cuando alguien había entrado, y Christine siempre dejaba un aura especial. Revisó los microscopios, todo estaba igual, con las mismas placas y las libretas con las mismas notas. Pero faltaba una, la más importante y a la vez más indescifrable, la que contenía notas ininteligibles ya no sólo por la deficiente caligrafía del hombre, sino por el sentido de las mismas. Rápidamente abrió los cajones y en uno de ellos la encontró. Estaba delicadamente puesta encima de un montón de papeles arrugados. Sin duda, Christine no le había fallado. Abrió la primera página de la libreta, que siempre había estado en blanco, y que ahora contenía lo siguiente:

 

Ésta es la última “bronca” que te dejo. Espero que no malgastes la poca cordura que te queda. Siento no haberme quedado para verla –anticipo que salió bien.

Donde siempre, V.

 

Viktor leyó la despedida con algo de tristeza. Esta vez había sido la definitiva. Iba a echar de menos a Christine, nunca encontraría a alguien tan excepcional como ella. Pero la vida seguía.

Dejó la libreta de nuevo en el cajón y se dirigió a una de las vitrinas con miles de frascos de diversos tamaños. Detrás de la primera hilera del último estante encontró el que buscaba.

Gracias, Chris.

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